Publicado por Club de Automóviles Veteranos de Granada el 17/04/2010 18:30:56 hrs.
¿Qué tendrá la hija del sepulturero
que con asco la miran los mozos,
que las mozas la miran con miedo?
(Gabriel y Galán)
Se dice que tras la tempestad
viene la calma, que es lo que ocurrió en toda Europa después de la Primera
Guerra Mundial, y luego de las inmediatas calamidades llegó un periodo de
tranquilidad, de calma y de progreso que generaron bienestar, aunque no fuera
tan generalizado como hubiera sido deseable. Por aquellos años veinte la
familia real española veraneaba en San Sebastián, que de este modo se convertía en la virtual capital del reino
puesto que desde allí se realizaban las tareas de la gobernación de España y,de
rechazo, esto propiciaba que las familias pudientes y la nobleza también
veraneasen en San Sebastián.
Las mañanas
donostiarras eran de bulliciosa actividad juvenil, ellas ataviadas con bañador
hasta los tobillos, que al salir del agua se les adhería al cuerpo evidenciando
su anatomía de forma más provocativa que los actuales bikinis; ellos, también
uniformados por la tiranía de la moda imperante, lucían pantalón hasta la
rodilla y una camiseta a rayas alternantes, blanco y azul o blanco y rojo, cubría
su busto dando en ambos casos el aspecto más semejante al uniforme de un
presidiario. Por las tardes, tanto la indumentaria como las actividades
adquirían caracteres de mayor formalidad: las señoras, muy encopetadas bajo el amparo de una pálida
sombrilla y las señoritas, tocadas de
amplias y vistosas pamelas se dirigían a alguna terraza para tomar el
té, acompañadas de caballeros que lucían
sombreros canotier, traje claro y camisas de cuello duro, zapatos
bicolor y bastón.
Mientras la
merienda se deleitaban con los acordes lánguidos de un fox, los populacheros
tangos o chotis, o bien, las trepidantes y divertidas notas del alegre
charlestón, que entonces era lo más "chic". Esta música que inundaba las
terrazas de la playa de La Concha procedía de la enorme bocina de aquellos
gramófonos de cuerda, le dernier cri de la tecnología de entonces.
Bueno, pues,
con este ambiente aristocrático como telón de fondo y sabido por todos la
afición de S.M. el rey D. Alfonso XIII por los deportes del motor, surgió en
San Sebastián en estas fechas estivales la celebración del Gran Premio de
España de Automovilismo en el circuito de Lasarte.
El circuito
de Lasarte, que fue el primero de España, no fue propiamente un autódromo tal
como lo concebimos hoy, no, fue más bien
una realidad virtual, es decir, una adecuación de carreteras normales (algunos
de cuyos tramos todavía sin asfaltar) que se usaron en pruebas deportivas
durante los veranos del periodo comprendido desde los primeros años veinte
hasta el comienzo de nuestra Guerra Civil, celebrándose diez veces el Gran
Premio de España, seis veces la Carrera de Resistencia (de 12 horas de
duración) y otras muchas pruebas de menor entidad. El circuito tenía una
longitud de algo más de 17 Km. que partiendo de San Sebastián hacia
Lasarte-Oria, iba a Andoain hasta Hernani para enlazar otra vez con San
Sebastián; el nombre de Lasarte se debe a que aquí en esta ciudad estaban las
tribunas y fue uno de los circuitos más largos y rápidos de su tiempo. En el
verano de 1935 (el último de su uso) Achille Varzi con su Auto-Unión batió el
record de velocidad a 174 Km/h.
Pues a lo
que iba: En el verano de 1925 un coche Delage modelo Raceabout, es decir, un
chasis desnudo sin más aparejo que el capó y baquet, tras el que se alojaban el
depósito de la gasolina y las dos ruedas de repuesto, marcado en el radiador
con el número 13, colisionó con un árbol y en el rebote se estrelló fatal y
finalmente con un segundo árbol produciéndole la muerte instantánea al piloto
Torchy. Desde entonces ningún piloto de competición ha osado ostentar dicho
número sobre su vehículo. Nietzsche lo llamaría "Error de confusión de la causa
con la consecuencia".
Recientemente
corre el rumor que mi antes admirado Ruiz Gallardón va a prohibir la
circulación en el casco urbano de Madrid a vehículos automóviles con
edad superior a los 13 años, y yo me pregunto
lleno de estupor ¿Por qué precisamente a los 13 años y no a otra edad? O
lo que tendría más lógica, ¿por qué no en función del índice de la emisión
de monóxido de carbono u otros gases
tóxicos que detecte la ITV?
Es que el número 13 tiene mal
fario.
Los autobuses que cubren el
trayecto hasta el cementerio de algunas ciudades están marcados con este
número; trece son los latigazos con los que se castigan ciertos delitos en
Guatemala... y muchos más casos se podrían referir, como la famosa expresión doce
más uno del multicampeón Angel Nieto, pero
donde se llega al paroxismo y adquiere
su mayor esplendor es cuando coincide con el día de la semana martes, que
parece que el maleficio del día y del número se sinergizan. El injustamente
silenciado Muñoz Seca, en su
desternillante comedia La Venganza de Don Mendo dice al
respecto:
"¡Hoy es martes, gran Dios...! ¡Martes y trece! etc. para
terminar la estrofa así: Todos iguales para mí seréis...Trece, Catorce, Quince
y Dieciséis! como queriendo suavizar el hechizo, el embrujo fascinante del
puñetero número trece.
Estas
consideraciones de Muñoz Seca, aquel mago que lo fue de la astracanada, y
otras parecidas de cosecha propia, le aducía yo a un amigo que, muy
supersticioso él, cuando coincide martes y trece sólo se levanta de la cama
para ir al baño. Esa creencia, le decía yo, en fenómenos sobrenaturales
atribuidos a circunstancias particulares, que elevados a rango universal hasta el fanatismo, rompen las leyes de la
Lógica y se emparentan con el politeismo ancestral de los pueblos primitivos,
es como pretender curar un mal mediante una infusión expuesta al sereno en
noches de plenilunio...
No sé si con desencanto o con
desesperación me dijo:
-No comprendo que no tengas respeto por cosas tan
evidentes y que no tengas superstición por nada.
-Por que me da buena suerte - le respondí
(pero-entre nosotros- tampoco me gusta el trece).
Por: Eloy López Menchén.